La Prensa, fundada en 1926 y símbolo del periodismo independiente en Nicaragua, fue durante muchos años uno de los periódicos más respetados del país. Hoy en día, solo publica en formato digital desde el exilio. Sus oficinas fueron confiscadas, su director encarcelado y posteriormente deportado. Sus periodistas están dispersos entre Costa Rica, España, Estados Unidos y México, pero siguen escribiendo.
En mayo de 2025, La Prensa recibió el prestigioso Premio Mundial a la Libertad de Prensa de la UNESCO. Al día siguiente, el gobierno de Nicaragua envió una carta a la organización anunciando su retiro. No en protesta por el premio en sí, sino por quién lo recibió.
El gobierno calificó el galardón como un “engendro diabólico de antipatria” y acusó a La Prensa de servir intereses extranjeros. La directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, advirtió que la decisión privará al pueblo nicaragüense de importantes programas de cooperación en educación y cultura.
No se trata solo de la UNESCO: se trata de jóvenes que pierden el acceso al conocimiento, la cultura y una comunidad global. Se siente como si se cerrara la puerta al mundo.
~ Una fuente que pidió el anonimato por motivos de seguridad.
La salida oficial de la UNESCO se hará efectiva a finales de 2026. Pero no es la primera vez que el país cierra una puerta a la comunidad internacional.
Un patrón de aislamiento
En febrero de este año, el gobierno de Nicaragua también anunció su salida de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La decisión se produjo tras la publicación de un informe que señalaba que casi una quinta parte de la población sufre inseguridad alimentaria, una de las tasas más altas de Centroamérica.
El gobierno calificó el informe de distorsionado y negó que refleja la realidad. Sin embargo, la FAO sostuvo que sus datos se basan en fuentes independientes y estándares internacionales. Con esta salida, Nicaragua pierde acceso a asistencia técnica y programas alimentarios, un golpe para muchas familias que ya luchan por cubrir sus necesidades básicas.

En el papel, la economía nicaragüense ha mostrado crecimiento impulsado por la extracción de oro y las remesas enviadas desde el extranjero. Pero, como advierte el informe de la FAO, ese crecimiento beneficia solo a unos pocos. La pobreza y el hambre persisten porque los recursos no llegan a quienes más los necesitan:
Mientras unos pocos se enriquecen con la extracción de oro, las comunidades indígenas pagan el precio con sus ríos contaminados, sus bosques degradados y sus derechos ignorados.
~ Una fuente anónima.
Pero el aislamiento no es solo exterior. También se siente dentro del país, donde los espacios para expresarse se han ido cerrando poco a poco.
Libertad de prensa en el exilio
Desde las masivas protestas de 2018, que dejaron más de 300 muertos, según la ONU, la sociedad civil en Nicaragua ha estado bajo presión. Miles de organizaciones no gubernamentales han sido cerradas, líderes opositores han sido encarcelados o forzados al exilio, y la libertad de prensa prácticamente ha desaparecido.
Cuando se debilita la libertad de prensa y la sociedad civil, desaparecen los últimos espacios donde las personas pueden ser escuchadas y recibir apoyo. La lucha por los derechos se vuelve casi invisible.
~ Otra fuente que pidió el anonimato por motivos de seguridad.
Hoy en día, prácticamente toda la prensa independiente nicaragüense opera desde el extranjero. Según Reporteros Sin Fronteras, más de 200 periodistas han huido del país. Nicaragua ocupa el puesto 172 de 180 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa.
No solo se cierran organizaciones y medios. También se apagan miradas críticas, se bloquea el acceso al conocimiento y se dificulta la posibilidad de recibir apoyo internacional.
El precio ambiental del aislamiento
Abandonar la UNESCO y la FAO no es un gesto simbólico. Cuando un país se retira de los espacios donde se pueden debatir problemas y construir soluciones, las consecuencias son reales.
Uno de los impactos más preocupantes es la pérdida de apoyo internacional a territorios como la Reserva de Biósfera Bosawás, la más grande de Centroamérica, que fue reconocida por la UNESCO en 1997.
Según el informe más reciente de Global Forest Watch, en 2024 Nicaragua registró la mayor tasa de pérdida de bosque primario del mundo: un 4,7 %. Casi el 78 % de esa pérdida ocurrió en Bosawás, que perdió 74.000 hectáreas en un solo año.
Sin cooperación ni monitoreo internacional, áreas protegidas como Bosawás quedan aún más expuestas al cambio de uso del suelo y a actividades extractivas que erosionan tanto el ecosistema como los derechos de sus habitantes.

Y mientras los recursos se extraen para enriquecer a unos pocos, los territorios indígenas y sus bosques pagan el precio. La minería, la ganadería y la tala se expanden sin contrapeso. Y con la prensa silenciada, las voces que podrían denunciarlo apenas se escuchan.
Lo que el gobierno llama soberanía, muchos lo viven como aislamiento. Y tal vez, como una sensación de haber sido olvidados.
Aunque las puertas al diálogo se cierran una a una, la historia continúa. Solo que se vuelve más difícil de contar. No olvidemos a Nicaragua.
Fuentes
- Comunicado de prensa de la UNESCO
- Reporteros Sin Fronteras:Índice Mundial de Libertad de Prensa
- FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura)
- ACNUDH 2019 (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos)
- Forest Watch Report 2024