En 2024, Monte Verde fue arrasado por los peores incendios de la historia de Bolivia. El humo era tan denso que las escuelas tuvieron que cerrar, las familias fueron evacuadas durante semanas y se perdieron casi 700.000 hectáreas de bosque. Miles de personas perdieron cultivos, ganado y acceso a agua limpia.
Cuando el aire se vuelve tan tóxico que la gente debe abandonar sus hogares por semanas, ya no hablamos solo de desastres naturales, sino de una crisis humanitaria.
~ Javier Bejarano, Senior Technical Advisor de Bosques del Mundo.

La fuerza del colectivo
Monte Verde es un Territorio Indígena en el oriente boliviano, donde desde 2021 las comunidades han trabajado con viveros, regeneración natural y sistemas agroforestales sostenibles.
Han conformado brigadas comunitarias de bomberos, implementado normas locales para el uso del fuego y establecido sistemas de alerta temprana.
Javier Bejarano subraya:
Cuando llegó el fuego, no fue el Estado, sino las propias comunidades quienes estuvieron en la primera línea. Sus brigadas y sistemas de alerta salvaron vidas, facilitaron la ayuda humanitaria y redujeron las pérdidas.
En total, 520 personas fueron evacuadas a tiempo y 1.608 familias recibieron alimentos, medicinas y equipos de protección.

Vivir entre cenizas
Cuando el fuego se apaga, las consecuencias para las familias no se miden solo en troncos carbonizados.
Las cifras pueden parecer abstractas. Pero detrás de las casi 700.000 hectáreas destruidas en Monte Verde hay familias que de repente se quedaron sin agua limpia ni campos para cosechar, y niños que perdieron meses de clases, explica Javier Bejarano.
Para muchos, el humo significó huir de sus casas durante semanas; en 11 comunidades las escuelas cerraron temporalmente. Algunas familias perdieron su ganado, otras todos sus campos agrícolas. La producción de aceites de cusi y copaibo, de los que dependen en gran medida las mujeres, quedó interrumpida por años. Las pérdidas se estiman en millones de bolivianos.

Los datos satelitales de 2024 muestran que los incendios afectaron a casi 700.000 hectáreas (izquierda). Alrededor de 500.000 hectáreas eran bosque alto (centro), de las cuales 176.000 hectáreas (derecha) se destinaban al aprovechamiento sostenible de madera y productos no maderables. Estas cifras sirven de base para el cálculo de las pérdidas económicas.
Restaurar para resistir
De las 32.000 hectáreas en restauración en Monte Verde desde 2021, dos tercios fueron arrasadas por los incendios de 2024. Javier Bejarano señala:
Puede parecer que años de trabajo se perdieron. Pero los datos satelitales muestran que más de 16.000 hectáreas lograron una cobertura más densa de vegetación y, por lo tanto, resistieron mejor.
Los sistemas agroforestales soportaron mejor que los suelos degradados, y la regeneración natural dejó islas verdes en medio de la ceniza. Esto confirma que la restauración comunitaria no se trata solo de plantar árboles, sino de construir resiliencia.
Cuando invertimos en liderazgo local, no solo creamos bosque nuevo. Creamos preparación y capacidad de respuesta, y eso es crucial cuando llega la catástrofe.
~ Javier Bejarano, Senior Technical Advisor de Bosques del Mundo.

Un patrón global
Lo ocurrido en Monte Verde no es un caso aislado, sino parte de un patrón mundial de incendios forestales récord.
2024 fue un año extremo: a nivel global, los incendios fueron responsables de casi la mitad de la pérdida de bosques, y Bolivia subió al segundo lugar del mundo, solo detrás de Brasil. Nunca antes había ardido tanta selva tropical.

Los datos globales muestran a Bolivia como uno de los países más golpeados. Solo en Monte Verde se destruyeron casi 700.000 hectáreas, y a nivel nacional se perdieron más de 10 millones.
Es una señal clara de que enfrentamos un desafío sistémico, donde tanto el cambio climático como la expansión agropecuaria alimentan los incendios.
~ Javier Bejarano, Senior Technical Advisor de Bosques del Mundo.
El cambio climático, la sequía y El Niño crean condiciones perfectas para incendios que se descontrolan rápidamente. Cuando los bosques arden, liberan enormes cantidades de CO2, lo que calienta aún más el clima y provoca incendios todavía peores. Los científicos llaman a esto the climate-fire feedback loop (“el bucle de retroalimentación clima-fuego”).
El futuro depende de las comunidades
Monte Verde demuestra que la preparación comunitaria puede hacer que tanto las personas como los bosques sean más resistentes. Las comunidades salvaron vidas, gestionaron ayuda y fortalecieron bosques más robustos frente al fuego.
Pero los incendios de 2024 también dejaron en claro que el esfuerzo local no basta:
No podemos esperar que las comunidades carguen solas con esta responsabilidad. Ellas muestran el camino, pero las decisiones políticas y el apoyo internacional son fundamentales para que la tragedia no se repita.
~ Javier Bejarano, Senior Technical Advisor de Bosques del Mundo.
Y el camino existe. Fortalecer a las comunidades y el liderazgo de los pueblos indígenas es una de las formas más efectivas de prevenir incendios, proteger la biodiversidad y frenar el cambio climático.
Cuando invertimos en derechos territoriales, brigadas comunitarias, sistemas de alerta temprana y soluciones propias de las comunidades, crece la resiliencia.

Sobre Javier Bejarano
Javier Bejarano es Senior Technical Advisor en Bosques del Mundo y vive en Santa Cruz, Bolivia. Es licenciado en Ingeniería Forestal con especialización en manejo sostenible de bosques por la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho. Con más de tres décadas de experiencia en desarrollo internacional, fortalecimiento de capacidades y proyectos de sostenibilidad y cambio climático ha trabajado en planificación estratégica y gestión de programas, así como en el acompañamiento a comunidades locales que se encuentran en la primera línea de la crisis climática.
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